24 de enero de 2011

Beso, ese que tanto nos gusta recibir


“Beso a beso, dulcemente, abrázame que quiero sentirme diferente…”; “Y eso es lo que quiero: besos, que todas las mañanas me despierten besos…”; “El beso, el beso, el beso en España lo lleva la hembra muy dentro del alma…”; “Al partir un beso y una flor, un te quiero, una caricia y un adiós…”; “Besos, ternura, que derroche de amor, cuánta locura…” Besos, besos, besos, nuestra discografía está llena de canciones que hablan de besos, besos como desayuno o cena, en los encuentros y en las despedidas, en las alegrías, en las tristezas, en los momentos más… más importantes.
Sin embargo, pocas personas saben que el beso está basado en rutinarias reacciones químicas del organismo. El beso es el encargado de analizar, en esos breves momentos, algunas sustancias químicas de la otra persona según estudios del doctor británico Bubba Nicholson. Y del procesamiento de esas sustancias puede depender, en gran medida, la continuidad de la relación.

Yo no sé si a Iker Casillas y a Sara Carbonero les daría tiempo de procesar y analizar las señales bioquímicas de uno y otra con ese precioso y espontáneo beso que el portero le estampó a la “re-portera” nada más terminar el partido que convertía a España en Campeona Mundial, pero de lo que sí estoy segura es de que la fama de ese beso les sobrepasará a ellos mismos como ya lo hiciera el célebre beso de la enfermera en el Times Square hace ya tantos años. Si uno celebraba el final de la Segunda


Guerra Mundial, éste celebraba el inicio de la ruptura de ese estúpido maleficio en el que muchos creían que era imposible pasar de cuartos. Al tiempo que desataba una euforia desconocida y besucona.


El beso famoso de los famosos ha sido puesto y repuesto hasta la saciedad en las pantallas de nuestras televisiones, ha sido imitado, deseado, envidiado, reproducido y plagiado por un sinfín de parejas y ha hecho feliz a otro buen número de personas que no han tenido la posibilidad de vivir esa sensación pero a quienes les ha alegrado el alma que otros lo vivan.

Sin embargo, también ha levantado alguna que otra ampolla al considerar que es una demostración de poca profesionalidad por parte de ambos. Hay que ver lo meapilas que podemos llegar a ser los humanos, andamos rondando, la mayoría de las veces los extremos: o nos regocijamos en el permisivismo más laxo y todo cuanto veamos nos está bueno, sobre todo si nuestro estado de ánimo es la releche, o nos rasgamos las vestiduras y embasuramos al primer que se nos cruce sólo porque hace ostentación de que es mucho más feliz que nosotros.



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